Recuerdo como si fuera ayer como, cada Navidad, una caja enorme llegaba a casa con remitente o «expéditeur» francés. Era de mi tía, que por aquel entonces trabajaba en Lindt. ¡Enviaba chocolate para todo un año! Bombones y tabletas de todo tipo de sabores: con almendra, con leche, con un toque de licor…
Así que me hace especial ilusión traer al blog esta veterana y sabrosa marca. Un chocolate que no es francés sino suizo, del que encontrarás más información en las siguientes líneas.
La obsesión de Rodolphe Lindt
Si algo caracteriza a Suiza es ser la capital del chocolate. Este país limítrofe entre Francia, Alemania, Italia y Austria es, sin duda, el pionero a nivel mundial en este delicioso dulce. Allí nacieron marcas como Suchard, Toblerone o Milka.
La historia de Lindt se remonta a 1879, en pleno siglo XIX. Entonces en una pastelería de Berna, uno de los chocolateros más prestigiosos, Rodolphe Lindt, buscaba la fórmula perfecta para degustar chocolate, que fuese un placer para los sentidos.
Cabe destacar que por aquel entonces el chocolate era un material muy duro de fabricar y difícil de degustar, pues había que masticar demasiado. Rodolphe quería que fuese blando y agradable pero, por más que lo intentara una y otra vez, su esfuerzo era en vano.
Su tenacidad y entereza le llevó a comprar una nave industrial con material antiguo, para proseguir con sus experimentos hasta dar con el resultado deseado, pese a que la sociedad bernesa menospreciase su empeño.
Tras muchas pruebas, Rodolphe y su hermano Auguste observaron que en la masa de chocolate se había creado una capa blanca, una grasa cristalizada que le daba al chocolate una textura muy particular.
El chocolatero comenzó a pensar en qué hacer para proseguir con su nuevo descubrimiento durante mucho tiempo, sin llegar a ninguna conclusión; ¿tenía que agregar más cacao a la mezcla? ¿cocinar la manteca durante más tiempo? Toda esta constancia le valió el apelativo de señorito entre los berneses. Tal era su obsesión, que ni apagaba las máquinas los fines de semana.
Una dulce casualidad
Uno de esos lunes en los que Rodolphe comprobaba si el milagro había sucedido, observó sorprendido y atemorizado el tanque de agitación de chocolate; la masa de chocolate no estaba dura ni quemada sino blanda, brillante y con un olor embriagador. Había creado el característico chocolate extrafino que le abriría las puertas del éxito. Y desde ese día, Rodolphe y su chocolate Lindt son sinónimo de excelencia.
El suizo es conocido también por inventar el conche, el agitador mecánico mencionado que utilizó para producir su chocolate, ese mismo año (1879). El proceso de refinación realizado por él se conoce como concheado.
Lindor, el bombón ideal
Su producto estrella es el bombón Lindor, que lleva en el mercado más de 60 años y se creó bajo la premisa de encontrar algo especial, como el oro. En el año 1949 Suiza quedó prendada de su sabor, y desde entonces, este bombón ha ido quedando grabado en las papilas gustativas de los amantes del chocolate.
De ahí que con el tiempo, este bombón no haya parado de evolucionar a sabores como el de fresa y chocolate blanco, mango y chocolate blanco… ¡incluso lo hay de champagne!
Y ahora, ¿te animas a conocer
la historia de otras marcas de chocolate?
De los pocos chocolates que me gustan, aunque sólo he tenido la ocasión de probar los bombones 🙂 . El dicho de que hay que ser constante para conseguir lo que uno pretende debe de ser cierto, Rodolphe es un claro ejemplo de ello :p .
Por lo menos, cuando vuelva a comer un bombón, me acordaré de su historia y lo mucho que le costó a Rodolphe dar con la tecla para conseguir uno de los mejores chocolates del mercado.
¡Saludos!
Amo el chocolate, un abrazo desde Chile y felicidades por este blog.